Ecuador ante un nuevo pulso social: entre la protesta indígena y el desgaste de los liderazgos
Pastaza, Ecuador. – Las movilizaciones anunciadas por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) reavivan la tensión política y social en el país. Mientras la dirigencia anuncia que “tomará la capital de la República”, la ciudadanía expresa su cansancio ante una paralización que afecta directamente la economía y el trabajo diario de miles de familias.
En diálogo con Nina Radio, el jurista Santiago Begdach ofreció un análisis detallado sobre la evolución de las protestas y sus implicaciones. A su criterio, “unos pocos ciudadanos están paralizando provincias enteras, como Imbabura, mientras la mayoría solo quiere trabajar y recuperar la normalidad”. Begdach sostuvo que las movilizaciones no reflejan el sentir real del pueblo indígena, sino de una dirigencia que ha perdido representatividad.
El analista cuestionó además la falta de coherencia en los reclamos. “Por un lado piden diálogo, por otro lo rompen. No presentan estudios ni propuestas concretas. Este tipo de acciones solo profundizan la desconfianza y el desgaste político del movimiento”, afirmó.
Desde su visión, la postura del presidente Daniel Noboa —de no negociar bajo presión— resulta adecuada, aunque el gobierno aún enfrenta críticas por la forma en que implementó la eliminación del subsidio al diésel. Begdach reconoció que la medida era inevitable, pero insistió en que el reto está en la redistribución transparente de los recursos. “No se trata de que entren más fondos, sino de que dejen de salir de los bolsillos de los ecuatorianos. El dinero debe invertirse en hospitales, educación y protección social”, señaló.
En su intervención, el jurista advirtió que el discurso indígena actual se ha desvirtuado. “Los verdaderos comuneros trabajan día a día, pero muchos son obligados a salir a protestar. Los supuestos líderes están cavando su propia tumba política”, expresó. Además, denunció la posibilidad de un músculo financiero oculto detrás de las paralizaciones, y recordó que movimientos políticos como ADN han pedido a la Fiscalía investigar una presunta planificación para tomarse Quito.
La conversación también abordó la falta de claridad en el uso de fondos internos dentro del movimiento indígena. “¿Dónde están las obras comunitarias? No se ven escuelas ni proyectos. Solo estructuras políticas que se sostienen a costa de la gente”, cuestionó Begdach, aludiendo a la necesidad de transparencia dentro de las organizaciones.
En el ámbito institucional, el jurista analizó la incertidumbre que atraviesa la Fiscalía General del Estado, ante la posible salida del fiscal Wilson Toainga, y criticó los vacíos legales que impiden un reemplazo ordenado. “Estos problemas surgen por una Constitución que no prevé suplencias claras en las entidades de control. Es reflejo de una estructura política débil”, puntualizó.
Más allá del conflicto entre el gobierno y la dirigencia indígena, el país enfrenta un escenario de fatiga social. Cada jornada de paralización significa pérdidas económicas, incertidumbre y desesperanza. “Ojalá esta paralización no se extienda hasta el feriado, porque las provincias necesitan trabajar”, concluyó Begdach, con un mensaje que resume el sentimiento de gran parte de la población.
Hoy, Ecuador se encuentra en un punto crítico: entre la protesta y la producción, entre el reclamo legítimo y la manipulación política. Mientras la dirigencia indígena pierde credibilidad y el gobierno busca sostener su discurso de estabilidad, la ciudadanía sigue esperando algo más profundo: que el país vuelva a moverse, pero hacia adelante.
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