La familia Bucaram (involucrados en asesinatos y la compra irregular de insumos médicos), los hermanos Salcedo (pasajeros de una avioneta caída en Perú al intentar escapar con fajos de dinero) y el secretario de Inteligencia del correísmo, Pablo Romero, (vinculado al caso Caminito por el pago raro a un informante) son declarados inocentes. Para nuestros jueces, ellos son víctimas que nunca pecaron con dinero ajeno.
La corrupción, impunidad, contradicciones, sentencias descabelladas, desmemoria y los desaciertos vergonzosos de la justicia ecuatoriana no son un misterio. Desde la trama escandalosa, ocultamiento del listado de burócratas y silencio por los sobornos pagados por Odebrecht hasta el caos jurídico levantado alrededor de la destitución del contumaz Jorge Yunda en la alcaldía de Quito, nos han convencido de que la justicia local es el arte de enredar hechos delictivos con un poco de verborrea, ficción lírica y artimañas de legalidad. Una administración de (in)justicia que nació mal, funciona mal y se reproduce peor. (Ir al editorial completo, diario La Hora, o escucharlo abajo con la voz de Kleber Mantilla)
