Napoleón saltos, analista político, señaló que en el Ecuador, se ha inaugurado un nuevo tipo de corrupción que ha contaminado a todas las instituciones del Estado: Asamblea, Ejecutivo, Ministerios… la corrupción ha contaminado a empresas privadas que se complotan para conseguir los contratos.
Ninguna institución del Estado está exenta de actos de corrupción, por lo tanto ninguna institución podrá auto depurarse, no hay Asamblea que legisle, ha perdido su papel de fiscalización si el propio vicepresidente de la comisión de Fiscalización, Eliseo Azuero, está vinculado por la Fiscalía al caso del reparto de los hospitales, junto a Daniel Mendoza, preso por delincuencia organizada.
La legislatura tiene también a otros asambleístas vinculados con la recomendación de puestos, a cambio de votos por proyectos de leyes del Ejecutivo, otros vinculados en los casos de carnet de discapacidad.
Esta asamblea debería comenzar por casa para auto depurarse, pero no hay un solo asambleísta que se pueda rescatar o que pueda llevar la voz para rescatar al primer poder del Estado, añadió Napoleón Saltos.
Para explicar el cómo funciona el mecanismo de la impunidad en la Asamblea, Saltos hace referencia al propio Azuero, quien fue candidato por la Izquierda democrática, se desafilió apenas ingresó a su cargo y pasó a ser “independiente” para no rendir cuentas a nadie y hacer sus negocios con sus aliados en el gobierno. De ellos hay algunos que incluso piensan en una reelección.
La corrupción es predeterminada, es cínica, porque hay conocimiento de los funcionarios públicos de lo que no deben hacer y aun así lo hacen. Todo en contubernio con el más alto poder del Estado, acotó Saltos. Se crean redes mafiosas para obtener obras con sobreprecios con recursos del Estado.
Saltos, califica que lo que vive la Asamblea es una impunidad de rebaño, donde toda esta función del Estado está contaminada y son inmunes para transparentar los actos de corrupción, no hay capacidad de auto juzgarse y depurarse.
Algunos bloques legislativos actúan como en gallada. (Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO)
