fbpx

Noboa, Glas, López Obrador

Andrés Manuel López Obrador ha pretendido utilizar el derecho internacional, para que un hombre condenado por la justicia por dos delitos, y procesado por otro, se burle del sistema

Loopez obrador noboa

Por Carlos Jijón, de La República

El 15 de febrero de 1981, tropas especiales cubanas asaltaron la embajada del Ecuador en La Habana, para capturar a 14 personas, una familia entera, de apellidos Delgado Temprana, que una semana antes había entrado a la fuerza, y solicitado asilo al embajador ecuatoriano, el doctor Jorge Pérez Concha.

No existía internet en esa época, y el concepto de información inmediata no existía. El país se enteró al día siguiente, cuando el gobierno del presidente Jaime Roldós, condenó la invasión de la sede diplomática, y retiró a su embajador bajo el eufemismo de que lo requería en Quito “para consultas”.

Latinoamérica condenó el hecho, y al gobierno de Fidel Castro le importó un comino. El mensaje era claro: los cubanos no iban a permitir injerencias de nadie a pretexto de derechos humanos. El episodio rápidamente se olvidó, y cuatro años más tarde, el presidente León Febres Cordero visitó Cuba y se abrazó con Fidel, en grandes gestos de hermandad y respeto.

No pasó nada. Como nada pasó, después que la madrugada del 1 de marzo de 2008, el presidente colombiano Álvaro Uribe, bombardeó la zona de Angostura, en la provincia de Sucumbíos, para liquidar a alias Raúl Reyes, entonces el número dos de las FARC, que había instalado campamento en nuestro territorio, con el conocimiento y la aprobación del gobierno de Rafael Correa, aunque él siempre lo niegue.

Eso sí, hubo gran alharaca y condena latinoamericana. En el bombardeo habían muerto incluso cuatro jóvenes mexicanos, que estaban de visita supuestamente académica, en el campamento de la guerrilla. El ministro de Defensa colombiano, el que dirigió personalmente el bombardeo, era nada menos que Juan Manuel Santos, quien poco más de dos años después, ya como presidente de Colombia, fue recibido con grandes sonrisas y honores en el Palacio de Carondelet, por el propio Rafael Correa.

Así que yo creo que más allá de la condena retórica del continente, nada va a pasar, después que el presidente Daniel Noboa ordenara a la Policía ingresar a la fuerza en la Embajada de México, para capturar al exvicepresidente Jorge Glas, quien aparentemente se preparaba para abandonar la sede rumbo a México, junto a la recién expulsada embajadora mexicana.

Y aunque ha violado el derecho internacional, como lo ha violado México al conceder asilo a un hombre procesado por la justicia, o lo está violando Israel cuando bombardea Gaza, yo creo que en el plano del deber ser, el presidente Noboa ha hecho lo correcto.

Ha frenado la insolente injerencia del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, quien ha irrespetado nuestras instituciones, y el mismo derecho internacional que soporta el asilo político, al concederlo a un hombre, contra quien existe una orden de prisión preventiva, dictada por juez competente, y dos sentencias ejecutoriadas que lo mantenían en libertad condicional.

En el fondo, el derecho internacional, el Derecho en sí mismo, tiene como objetivo el que se haga justicia. Pero si ese mismo derecho, llega a convertirse en un instrumento para que los delincuentes violen la ley, y consagren su injusticia, no merece ser defendido.

Andrés Manuel López Obrador ha pretendido utilizar el derecho internacional, para que un hombre condenado por la justicia por dos delitos, y procesado por otro, se burle del sistema. No protege a un inocente perseguido por ninguna dictadura. No defiende ningún interés superior de los mexicanos. Está protegiendo de manera descarada a un cuate, a un coideario, a un cófrade del socialismo del siglo 21, que pretende huir de la justicia. Para ello ha utilizado la noble institución del asilo político, y ha expuesto a su respetado país, a la vergüenza de que el presidente de otra nación lo ponga en su sitio.

No tenía Noboa tampoco otro camino. O se sometía a la vejación de que Glas escape en sus narices, en el avión de las Fuerzas Armadas de México que López Obrador iba a enviar, dizque para recoger a su embajadora, o actuaba como actuó.

Ha hecho lo correcto, no solo desde el punto de vista político, sino incluso desde la moral: con su golpe de mano ha evitado el triunfo de la injusticia, y eso siempre será bueno. Ya se desvanecerá la condena internacional. El respeto por un gobernante que hace lo que tiene que hacer, en el momento que se precisa, se mantendrá en el tiempo. (La República)

Los comentarios están cerrados.