Todo y nada: esa podría ser la explicación de las manifestaciones de este 22 de octubre. En principio había que celebrar, a como diera lugar, el primer aniversario de aquellas protestas que causaron caos y violencia durante 11 días en el país.
Motivos para manifestar sobran cuando hay un enorme déficit fiscal, el país está hundido en una crisis económica sin precedentes y encara la pandemia del Covid-19. Pero no había un motivo específico que pudiera justificar el llamado de líderes indígenas y sindicalistas, sin real peso social, para declarar octubre “mes de la resistencia”. La fecha de la protesta la pusieron el FUT y otras organizaciones sociales y políticas.
Sin participación de los indígenas, el sentido de la realidad los invitaba a no contarse en la calle. Nada es igual al 2019. El decreto Ejecutivo 887, sobre la eliminación de los subsidios a los combustibles, sirvió, hace un año, como catalizador para sacar comunidades indígenas de sus tierras y llevarlos, con otros ciudadanos, a vías y a las calles de Quito. Hace un año, los transportistas iniciaron los bloqueos que, una vez que desbordaron cualquier cálculo político, los obligó a abandonar las calles y dejar el liderazgo de las manifestaciones a los indígenas. Hace un año no había pandemia ni estaba en su apogeo la campaña electoral. (Más información: 4pelagatos.com)