Muchas de las comunidades indígenas viven una realidad muy dura; el miedo al contagio del coronavirus y las secuelas de las inundaciones
Los centros escolares y vivienda así quedaron luego de la primera inundación del Bobonaza; después vinieron dos más. No hay pronunciamiento del Estado, dijo Myriam Cisneros, Presidenta de la comunidad.
Ni la solidaridad hemos recibido, peor la asistencia del Estado para las dos crisis que vive Sarayaku, señalo Miriam Cisneros, presidenta de esta comunidad Kichwa. Sarayaku, ahora mismo vive dos crisis, la crecida del Bobonaza que dejó bajo el agua a cultivos, casas, centros educativo y las chacras y los cultivos.
A la realidad que ha vivido esta tierra selvática, ciertamente dramática, se une ahora el miedo al contagio del COVID-19, que nos ha aislado de la ciudad de Puyo, expuso la Presidenta de ese pueblo. Frente a estos dos problemas, el gobierno no ha atinado respuesta alguna, nos encontramos a nuestra suerte con 4 escuelas bajo el lodo, pérdidas de casa, sin sembríos y eso más, con el alto riesgo de contagio del COVID-19. También es posible el riesgo de la aparición del dengue.
Acá en Sarayaku, no tenemos guantes, mascarillas ni alcohol desinfectante, lo que estamos haciendo es socializando en las comunidades el uso de la medicina tradicional preventivo a posibles contagios, señaló.
El Distrito de Educación de Pastaza, no da directrices sobre estrategias para que los estudiantes continúen sus labores; nosotros, a cuenta propia hemos organizado clases tutoriales dos veces por semana, pero tenemos miedo de que los estudiantes se contagien, indicó Cisneros. En estas condiciones volvió a llamar la atención del poder público para que regresen a ver a las comunidades indígenas de Pastaza, hoy sufridas por la inclemencia de la naturaleza y también la incertidumbre del COVID-19.