Nadie sabe para quien delinque. La expresión encaja como anillo al dedo para definir la tragedia ética, económica y judicial del Ecuador. Decenas de delincuentes de cuello blanco, forjados al calor de la corrupción correísta, escaparon del país llevándose grandes fortunas, pensando que en el paraíso del capitalismo (EEUU) podrían gozarlas libremente y entrar al refinado mundo de la burguesía socialista del siglo 21.
Pero la suerte les jugó una mala pasada. La justicia americana tomaba nota desde hace rato de las revelaciones que algunos periodistas realizábamos en Ecuador, principalmente sobre los negociados en Petroecuador. Todo ello mientras fiscales y jueces ecuatorianos alimentaban la impunidad y perseguían a los periodistas.